2011/09/04

La actitud profesional del traductor



María Moliner nos dice que la actitud es «la manera de estar alguien dispuesto a comportarse u obrar». Es decir, debemos estar bien dispuestos para satisfacer las necesidades de nuestros clientes. Para ello, es esencial abandonar las actitudes displicentes o los delirios de grandeza. ¿No sabes a lo que me refiero? ¿Cuántas veces has oído a colegas decir que sus clientes son unos imbéciles que no saben ni para qué sirven las comas? Puede que el cliente no sepa dónde poner las comas, pero, de todas formas, merece nuestro respeto. Por lo tanto, para tener una actitud profesional, lo primero que debemos hacer es cultivar el respeto por el otro: nuestro cliente y nuestros colegas.


Sobre esta base ya podemos comenzar a desarrollar una actitud profesional. ¿Y por qué deberíamos esforzarnos en desarrollarla? Simple:


La mayoría de los clientes que anhela un traductor desean trabajar con un profesional.


El problema es que hay millones de traductores titulados que se dicen profesionales, pero solo algunos de ellos realmente son lo que un cliente denominaría un profesional. ¿Por qué? Pues, porque muy pocos traductores tienen una verdadera actitud profesional.


Y no crean que es cosa de mirarse al espejo y repetir: ¡Soy un profesional! :-)


La actitud profesional emana del traductor para bien o para mal.


¿Cómo distinguir a un profesional?


Un profesional se conoce: sabe lo que quiere de la vida, está al tanto de sus fortalezas y debilidades y, sobretodo, sabe lo que vale.


Un profesional es ético: no hace trabajos en negro, no estafa, no desprestigia a sus colegas ni ridiculiza a sus clientes.


Un profesional se preocupa por entregar trabajos de calidad: revisa sus trabajos siempre y no solo cuando alcanza, sabe cuáles son los estándares de calidad de su área, entiende cómo miden la calidad sus clientes, sabe manejar las herramientas de control de calidad, recibe de buen grado la retroalimentación, se capacita constantemente y sigue aprendiendo siempre.


Un profesional es líder: sabe lo que tiene que hacer, conoce su mercado y a su equipo, sabe qué recursos necesita y los consigue si no los tiene… en fin, sabe cómo liderar un equipo de trabajo si fuera necesario para dejar satisfecho al cliente.


Un profesional es un gestor: sabe cómo gestionar la calidad, el tiempo y los recursos, además de las emociones de su equipo de trabajo.


Un profesional es un comunicador: conoce a las personas, es empático, sabe escuchar, tiene capacidad de comprensión y criterio, sabe negociar y comercializar, es atento, humano y entabla relaciones (¡los negocios vienen por añadidura!)


¿Y de qué se trata la actitud profesional?


Una vez que ya desarrollaste las habilidades descritas, o al menos algunas, el trabajo consiste en poder comunicar con tu presencia, tu voz, tu forma de hablar, de escribir, de reír y de soñar: ¡Soy un profesional!


He ahí la cuestión: el verdadero profesional no necesita decirlo, lo emana.

 
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