Este año me propuse
una meta: dar a conocer a la mayor cantidad posible de
traductores las posibilidades que ofrece el mercado.
Mi idea era darles a conocer cómo ha cambiado el mundo, cómo ha cambiado la
sociedad y cómo han cambiado las exigencias para los traductores. Pero no solo
eso, sino también dar a conocer qué oportunidades están ahí, qué clientes
necesitan nuestros servicios, pero no saben que nosotros podríamos ayudarlos,
entre otras reflexiones. Es decir, que los cambios que estamos experimentando
no tienen por qué ser negativos cuando miramos la situación con altura de
miras.
Todo lo vivido el
año 2011 me ha corroborado que todavía tenemos una gran
misión por delante como industria de la traducción, la que intentaré
resumir en los siguientes puntos:
a) Desafíos.
El volumen de información crece
con mayor rapidez día a día. La globalización sigue abriéndose
camino en todo el mundo. A simple vista las perspectivas para nuestra industria
son auspiciosas… y, general, ¡lo son! Ahora, enfrentamos también desafíos
importantes: volumen excesivo (para el tamaño de la
industria), acceso (pues la información traducida solo llega a
los mercados con dinero) y personalización (dado que es
necesario para que la información destaque entre el constante bombardeo que
sufrimos).
Todavía tenemos a
toda una industria tratando de hacerse cargo principalmente del primer desafío
(es decir, captar cada vez más clientes), pero hay pocas iniciativas para el
segundo desafío (un ejemplo sería Rosetta Foundation) y también pocos
proveedores que están trabajando en el tercer desafío: ¡personalizar,
personalizar, personalizar!
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b) Conceptos.
Todavía seguimos,
como industria, con importantes confusiones en conceptos fundamentales: calidad y localización,
por ejemplo.
Desde el año 2009
que hago charlas sobre el tema de la calidad y siempre el intercambio con la
audiencia ha sido útil. He visto una evolución desde considerar como calidad
solo el aspecto lingüístico hasta considerar también el aspecto funcional; es
decir, la calidad del servicio. Sin embargo, veo que todavía se habla de la
traducción como un “commodity”. Eso puede significar que han comprendido el
concepto de calidad del servicio, pero aún no tienen una estrategia
u oferta de servicio clara.
Por otra parte, este
año trabajé mucho para dar a conocer la localización a los traductores.
Me asombró mucho
descubrir que todavía hay muchos traductores que no saben a qué se
refiere la localización y otros tienen un concepto parcial.
La definición que se
usa en el mercado es la de LISA: adaptación lingüística y cultural de productos
de software y su documentación para la comercialización en un mercado (región,
idioma y cultura) en particular.
Bueno, cuando yo
presentaba esta definición muchos traductores habrían los ojos grandes como
platos porque ellos entendían que era la adaptación de una variante de un
idioma dado a otra variante del mismo idioma. Por ejemplo, adaptar del español
de Chile al español de Argentina.
Ahora, en mi
opinión, la definición de LISA también se queda corta porque, a mi parecer, la localización
está en todos lados. En el caso de los productos, estos se
localizan todo el tiempo… ¡y no solo los de software! Mira a tu alrededor:
restaurantes de comida china (que en cada país tiene sabores distintos),
conciertos, productos de cuidado personal, discursos y presentaciones de
personalidades importantes, etc.
Es decir, yo veo
que la localización es mucho más compleja de lo que se piensa (cuando
se hace bien, por cierto) y toca muchas otras disciplinas: traducción,
interpretación, comunicación intercultural, marketing, publicidad, estrategia,
sociología, psicología (incluida neurociencia cognitiva), lingüística
computacional, etc. Cada producto y cliente presentará además sus propios
desafíos y nos exigirá otro tipo de conocimientos.
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c) Temor.
Lamentablemente,
todavía existe mucho temor ante los cambios que estamos enfrentando. Algunos se
van al otro extremo y piensan que todo seguirá como antes. He escuchado, en los
dos extremos, tanto a traductores como a empleados y dueños de empresas de
traducción y localización.
Mi opinión es que
las cosas no seguirán como hasta ahora, pues los cambios que estamos
percibiendo son globales. Hablaré más sobre esto en el siguiente punto.
Tampoco creo que
haya razón para sentir temor, aunque sí una preocupación constructiva que nos
impulse a hacer cosas distintas (innovar) y a descubrir y decidir
nuestro rol en estos nuevos escenarios (relevancia).
En este punto me
gustaría recomendar, humildemente, no temer ni demonizar nada ni a nadie.
Lo veo como un círculo vicioso: si demonizo algo, me atemorizo y me alejo y,
por ende, pierdo oportunidades. Al conocer lo que me atemoriza puedo descubrir
dos cosas: 1) que me beneficie; 2) que no me beneficie. En el primer caso,
habré identificado una oportunidad o algo que me puede cambiar la vida para
bien y en el segundo, ya estaré advertido e informado. Es fundamental estar
informado de cara a nuestros clientes, los que no se van a tragar que yo les
diga: yo ofrezco mayor calidad. Y volvemos a qué es calidad y para quién.
Cuando el cliente
tiene un concepto de calidad que no entendemos, la verdad es
que “nuestra” calidad les da lo mismo si no le entregamos la “suya”. Esto abre
oportunidades de agregar valor con “nuestra” calidad porque tampoco hay que dejarla de lado, pues también tenemos responsabilidades culturales. Pero si
no entregamos lo que el cliente entiende por calidad, perdemos al cliente. ¡Así
de simple!
En resumen, podemos entregar la (calidad) "suya" o, bien, la "nuestra" y la "suya", pero no solo la "nuestra".
El problema, a mi
parecer, es que muchos profesionales independientes y empresas tienen una idea
tan fija de cómo prestar el servicio que no siempre logran entender al cliente
ni ser lo suficientemente flexibles. A algunos la verdad es que sinceramente no
les interesa entender al cliente (porque no tienen internalizado el concepto de
servicio al cliente), sino que quieren hacer el trabajo a su manera (y pobre del
cliente que se le ocurra sugerir algo), que les paguen y adiós. Luego, muchos
piensan que el cliente se va exclusivamente por razones económicas, cuando las
razones para dejar a un proveedor van más allá de eso. Y es entendible:
siempre es mejor culpar a alguien más (el que cobra más barato o la traducción automática, por ejemplo) que hacer los
cambios en nuestra estrategia y oferta de servicios. Sin embargo, lo más fácil de cambiar es lo que está bajo nuestro control así es que ¡comencemos por ahí!
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d) Contexto.
Voy a abordar este
punto desde dos enfoques:
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1) Contexto
de los cambios. Los cambios que está experimentando la industria
de los servicios lingüísticos no son aislados ni rarezas. Al
contrario, están alineados con potentes tendencias mundiales que
están cambiando nuestra sociedad y certezas más arraigadas. Esto hace que
muchas luchas por mantener el statu quo tengan pocas
posibilidades de éxito porque, ciertamente, el mundo ya no es lo que era cuando
partiste en esta profesión o mercado. Los esfuerzos debieran estar puestos en
identificar las oportunidades y en redescubrir la relevancia de nuestro
rol.
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2) Contexto
del servicio. Todavía me sorprende que cuando les doy un texto
para traducir a un grupo de traductores, estos comiencen a poner palabras sin preguntar quién es el
cliente y a qué audiencia o mercado va destinado. Cuando no contamos con esa
información, ¿cómo podríamos ofrecer algo de calidad? Ahí se nota que el
concepto de calidad no está internalizado.
Es hora de entender que traducir no se trata
solo de pasar las palabras, ni siquiera solo de pasar las ideas, de un idioma a otro, sino de
pasar de una cultura a otra y aún más, de un segmento de mercado (de una cultura) a otro (de otra
cultura). La clave está en personalizar la información, sino ¿en qué nos vamos
a diferenciar de las máquinas?
Cuando
hablo con conceptos de marketing entre los traductores algunos sienten rechazo
porque odian el marketing. El tema es que si vas a ser un traductor profesional
(en vez de uno voluntario que no cobra por sus servicios) vas a tener que hacer
las paces con el marketing. Después de todo, el nuevo marketing (social) se
parece cada vez más a la traducción de antaño (esa donde se traducían culturas y
visiones de mundo).
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e) Innovación.
Siempre hemos sido
una industria dependiente de otras, lo que no es negativo per se.
Sin embargo, creo que es hora de erigirse como una industria más completa con
aportes de todos los ámbitos: investigadores que se conecten las teorías
con las nuevas tendencias y elaboren nuevos postulados; empresas que destinen
mayores recursos a la I+D en nuestras áreas de interés; traductores,
intérpretes, correctores y lingüistas que se capaciten continuamente
para que sus habilidades sean relevantes para las nuevas realidades; organizaciones
que generen lazos entre todos estos mundos para crear
conocimiento (no sólo desde la academia, sino también desde el mundo
profesional).
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f) Relevancia.
Es hora de que todos
(de esta y otras industrias) pensemos más allá de mantener nuestra fuente de sustento
en constante crecimiento… ¿hasta qué punto somos relevantes en este
nuevo mundo que se está creando? Defender nuestra postura solo motivados por
causas económicas me parece que no tendrá cabida en el futuro. Todos
queremos ser bien remunerados por nuestro trabajo y nuestros esfuerzos, pero no
por ello tenemos licencia para perjudicar al resto en este afán.
El éxito para
las empresas del futuro (y las microempresas que constituyen
los profesionales independientes) está ligado a la relevancia que tendrán para
mejorar las condiciones de vida del resto. El valor de sus servicios estará
alineado con el aporte que hagan para mejorar su entorno.
Algunos pueden
pensar que esto es una ilusión, pero los invito a repasar los movimientos
sociales que han surgido a lo largo del año 2011. Sin duda,
algo está cambiando desde adentro y el que se alinee con esa fuerza va a ser un traductor exitoso en el futuro.
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